miércoles, 26 de noviembre de 2014

Granitos | Nomás porque sí.

Foto: Mala foto.
Puedes deducir mucho de una persona por su manera de prepararse el café. Empezando por si se lo prepara o no. Es más, empezando por si te dice "depende".
Casuística y objetividad a parte...
Me he percatado que quien no le agrega azúcar y parte de esa reglilla un tanto peculiar, casi elitista, prefiere la claridad en el diálogo. Las cosas como son.
En cambio, entre más azúcar le pongas, más propenso eres a los rodeos al momento de entablar una conversación.
Si lo tomas caliente, bien hecho. Si lo tomas frío, ¿pero qué pasa contigo?
Si lo tomas descafeinado... espero que tengas un buen motivo.
Si lo tomas mientras vas de camino: o eres friolento o vas atrasado o vienes conmigo...
Si lo tomas en la barra o en la mesa: o meditas por la vida o aligeras la sesera.

Pero, si no te importa cómo lo tomas mientras lo tomes; si no distingues entre uno y otro más que por tu termómetro lingüístico; si bebes uno tras otro como bebes cualquier líquido o si simplemente ya te hartaste y abrirás otra página para ver sin ver, sin sorprenderte ni sorprender, distrayéndote sin querer saber... ¿Cómo vives sin vivir?

Nos percatemos o no, le damos mucha importancia a estas cosas, a las pequeñas alegrías con las que nos encaprichamos y las hacemos parte de nuestra rutina. Son nuestra confidencia, nuestras pequeñas grandes amigas. Poco nos queda sin ellas, y nada nos valen sin su risa.



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