Día 34:
Se sirvió
una taza llena de café. Hasta el borde.
Cafetera italiana.
Desde que viviera
con él pocas veces se había permitido hacer eso.
“¿Eso es
café?”
“¿Te vas a acabar todo eso?”
“Eso no es café… Éste es un buen café, pruébalo.
¿Ves? ¿Ves que sí sabe a café?”
Tres cucharadas
redondas de azúcar. Sí, redondas, no ovaladas. Así eran las cucharas en esa
casa –memorizada por ajena– para este propósito en particular, oscilando en un
intermedio de tamaño entre las teteras y las soperas. Cucharas… Sólo cucharas.
El café
viajó de boca en boca hasta bañar cada diente y papila de calor. Amargo, cargadito.
Poca azúcar y mucho aroma. Una delicia.
Día 47:
“Si será… Si
a mí me gusta el café así, ¿a él qué más le da? Eso es de cada quién, joder… ¿Dónde
dejó la maldita cafetera? Donde la haya escondido me va a conocer. ‘Eso no es
café, eso no es café’; yo te voy a enseñar lo que es café, vas a ver. Vas a ver
lo que es bueno, vas a ver lo que es bueno… Te voy a dar algo bueno, si serás…”.
Día 62:
-Amor, me
voy a preparar un café, ¿quieres?
-Vale.
-¿Tu manera
o la mía?
-La que
prefieras...
Al novio y a mí nos gusta el café de formas diferentes. A él con crema y muy dulce. A mí negro y amargo. Cuanto más cargado, mejor.
ResponderEliminarPero aún así me gusta el café dulce. Me recuerda a cuando era niña, tomaba leche con café y me gustaba mucho.
(:
En el caso de mi novio y yo, es al revés. Cuando salimos, él pide un "café lleno", que es como un espresso doble, y yo pido una "media de leche" o un café con leche muy cargadito también. Ambos somos dulceros, y a los dos nos gusta el tipo de café que prefiere el otro, pero... tenemos nuestros favoritos ;)
ResponderEliminarAhora que, cuando estoy sola en casa, termino preparándome un café negro que casi llegue al borde de la taza :p
Taza llena, corazón contento ;D